Desde el 14 de noviembre y hasta mediados de enero de 2012, podéis visitar (en la sala de exposiciones de la Universidad de Murcia en el campus de La Merced), la exposición de pinturas de David Serrano Leon.
David, como muchos de los habituales de este blog sabéis, fue mi profesor de pintura en la UMU en el último año en el que yo estudié BBAA y para mí fue, aparte de un nuevo amigo con el que contar, una vía de salida a todas las dudas que tenía acerca de la pintura en general y de la mía en particular.
Para esta exposición he tenido el placer de prologar el catálogo y en este texto creo que acierto a señalar los aspectos más importantes de la pintura de David Serrano. Os dejo aquí un pequeño fragmento de lo escrito pero, palabras aparte, lo que os recomiendo de manera encarecida, es que vayáis a verla. Sólo allí, delante de los cuadros -algunos de ellos verdaderamente sorprendentes–, podréis corroborar lo que yo en palabras apenas intuyo y disfrutar de la pintura "en toda su realidad".
En las pinturas que en esta exposición se nos muestran, reconocemos la importancia que tienen para David los motivos que representa y cómo las imágenes de estos motivos, surgen del propio conflicto que se da en su construcción pictórica. Ahí radica la particularidad de David y de su pintura. Todo lo que aquí vemos, se ordena en base a esa (re)presentación de la realidad bajo el prisma de esas directrices que señalábamos al comienzo de este texto: sosiego y tiempo.Sosiego, como actitud serena de confianza a la hora de interrogarse acerca de la realidad que nos circunda. Cada una de las obras de David es una declaración particular de intenciones acerca de su condición humana, de sus sentimientos, de sus sueños… que se convierte en universal cuando aquellos que apreciamos sus trabajos nos identificamos en/con ellos puesto que –y en palabras de Kuspit– «un artista es ante todo un ser humano que con su arte nos permite penetrar en su experiencia personal más profunda […] lo cual va más allá de toda lectura formalista de la obra»[1].Y tiempo, el necesario del propio proceso pictórico, como identidad de una pintura que reivindica su condición táctil en un juego sensitivo ideal ya que el hombre «sólo puede encontrarse con aquellas realidades que poseen el relieve que les concede el tener dos vertientes: la sensible y la inteligible»[2]. David pone de manifiesto un tiempo-otro de la pintura en la que la realidad es construida mirada a mirada, pincelada a pincelada, mancha a mancha… desterrando la necesidad de inmediatez en detener el mundo ante nuestros ojos (como así hacen otros medios plásticos aparentemente más acordes con los tiempos que corren), puesto que David acepta que la pintura son muchos momentos.[1] Entrevista a Donald Kuspit «Donald Kuspit o la reivindicación subyugadora de la pintura», citado en Guasch, Anna María. La crítica dialogada. Entrevistas sobre arte y pensamiento actual. (2000-2007), CENDEAC, Murcia, 2007, 25.[2] López Quintás, Alfonso. La experiencia estética y su poder formativo, Universidad de Deusto, Bilbao, 2004, 72.
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